Desde su fundación (13-X-1927) y en solo tres cuartos de siglo, el RCMS –cuyo ilustre precedente fue el Real Club de Regatas- se ha convertido en una de las sociedades deportivas de más prestigio y actividad de España.

El mismo año de su fundación, contando con el apoyo entusiasta de Alfonso XIII –Presidente de honor y activo participante en la vida del Club durante sus veranos santanderinos- se organizó la gran regata internacional Nueva York - Santander, que tendría lugar el siguiente verano. Esta fue la primera de una serie de regatas internacionales entre la capital montañesa y otros puertos franceses e ingleses, que dieron renombre atlántico al recién nacido Club.

Al advenimiento de la Segunda República, el Marítimo sufrió las salpicaduras del bronco ambiente político, siendo saqueada e incendiada su primera sede por una manifestación violenta, en Agosto de 1932. De las ruinas del casetón de madera, -que había sido embarcadero para los trasatlánticos fondeados en la bahía-, surgió el proyecto de un nuevo edificio. Este se levantó sobre pilotes de hormigón armado junto al espigón de Puertochico, al que le une una breve pasarela. Su estilo es el estructuralista, propio de los años treinta del siglo XX que se inspira precisamente en la arquitectura naval, semejando así el Club a un trasatlántico blanco atracado al legendario muelle santanderino.

Después del terrible paréntesis de la Guerra de España, y de la sucesiva Segunda Guerra Mundial, el RCMS mantuvo un obligado perfil bajo con escasas actividades deportivas y supliendo con entusiasmo la escasez de medios, a la espera de mejores tiempos.

Ya en 1948, la regata Brixham - Santander, y al año siguiente, la Belle-Ile - Santander suponían, en lo deportivo, la ruptura del cerco internacional reanudando la tradición de los primeros años del Club. Así se organizó en 1957 una gran regata Nueva York - Santander, en colaboración con los Clubes de Yates de Nueva York y La Habana, seguida en 1958 por otra entre Cowes y Santander.

Además de estas regatas internacionales, la bahía servía de campo de regatas a nuevos veleros, como los curiosos “Star” y las ágiles “Lagunejas” o “Snipes”, al compás del resurgir económico de los años sesenta, que culminaron en la brillante Semana Naval de 1968, en la que tanta parte tuvo el Marítimo.

El histórico decenio de los setenta, además de ver un rápido crecimiento de regatistas y nuevos tipos de barcos -Dragón, Finn, Dinghy, Vaurien y Optimist- vio nacer una feliz iniciativa, como fue la escuela de vela de El Puntal. Allí se multiplicó la afición marítima entre los más jóvenes, que hoy son veteranos y fue el caldo de cultivo para la excepcional cosecha posterior de triunfos y premios, con frecuencia olímpicos. Con el precedente de las medallas Olímpicas de Montreal (1976) ganada por Gorostegui, seguida por la de Moscú (1980) de Abascal y diversos Diplomas Olímpicos. No debemos olvidar los más recientes logros, entre ellos el Campeonato del Mundo del 2000 de López-Vázquez y De la Plaza, el de 2002 de los Hermanos Amaliach y la Copa del Mundo lograda por Torcida, así como los innumerables campeonatos de Europa y España conseguidos por distintas tripulaciones del RCMS.

La mejora de las instalaciones deportivas del Club, con los muelles flotantes y los atraques de la dársena de Puertochico, hace tiempo desbordados por cientos de solicitudes, fueron la mayor novedad de los dos últimos decenios del siglo XX. Hay que reseñar el atentado terrorista que, el 19 de Octubre de 1987, dañó gravemente el edificio social, luego reparado con todo respeto a su larga tradición y buen estilo.

Cada vez más socios jóvenes, más regatas y más premios –imposibles de citar, siquiera en la brevedad de esta página- han hecho de nuestro Club uno de los más destacados de España por su gran actividad y buen hacer, con una sólida fama tanto en el Atlántico, como en el Mediterráneo.

Esta fama se debe también a la impecable organización, por parte del Marítimo, de regatas y concursos internacionales, de los que, como muestra, basta citar el más reciente, la Regata de Grandes Veleros “Cutty Sark”, en el verano de 2002, que reunió en Santander 80 barcos de muy distintas características, incluyendo los “monstruos sagrados” de los “tall ships” como los rusos “Mir” y “Sedov”.